martes, 26 de junio de 2007

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Carta abierta a Hugo Sánchez
Elio Rossi / Fox Sports
Posted: 6 hours ago




BUENOS AIRES, Argentina - Querido Huguito: acaba usted de comenzar a dirigir el Tri. Debuta usted en lides serias, en lides -digamos- que importan mucho en su tierra ¿Y qué se le ocurre decir al final? "Que no le duele" ¿Nació usted en Ámsterdam, acaso, querido Huguito? Quizás a usted no le dolió. A quienes no les dolió, seguro, fue a Donovan y sus muchachos, que ratificaron la creciente paternidad.
Veamos, querido goleador, estimado mito viviente, magnificencia caminante, estupendo romperedes, ha metido usted la pata. Ha cometido usted una grave equivocación ¿Repasó sus dichos?




Como analista en fútbol, Elio Rossi ha comentado todos los mundiales desde México 86 hasta Alemania 06 tanto en radio como televisión, además de su aporte en columnas de opinión en diarios argentinos.

A su vez, acumuló experiencia en todas las ediciones de la Copa Libertadores de América y la liga argentina en los últimos 30 años.

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Ha visto los videos no sólo del partido contra EE.UU., sino también esa cara pétrea, la suya, obligada a salir al ruedo, tan distintas a la devuelta por el espejo siempre, diciendo al final: "No es dolorosa la derrota cuando se deja una buena imagen".

Escuche, Huguito: "No es dolorosa la derrota cuando se deja una buena imagen".

Es usted el que habla. Usted. No es el técnico de Holanda. No. Es Usted. El más grande futbolista mexicano de todos los tiempos. El que obliga a bajar la vista a cada interlocutor que, tocado por la Divinidad, osa cruzarse con usted.

Hugo: lo peor que puede pasarle al seleccionado que usted dirige es perder una final contra EE.UU. Esto se sabe desde siempre y en cualquier lugar del mundo. Hasta en sus confines como la Argentina. Incluido en este punto del espacio desde donde un escriba ignoto le hace llegar esta carta abierta, querido Huguito.

Huguito: no me "cambie la bocha" tan rápido. Me parece verlo, orgulloso, inalcanzable, virulenta su verba, ayer nomás en noviembre enterrando al detestado Ricardo La Volpe y anunciando que su primera meta es ganar la Copa Oro y ser semifinalista de la Copa América.

Ricardo -su odiado Ricardo- la ganó, por cierto ¿Recuerda usted este incidente? Con el tácito triunfo sobre EE.UU., obvio.

Hugo, seamos serios, por favor. Ganar la Copa Oro es ganarle a Ellos. No me quiera usted "engrupir" (engañar) con que son importantes los triunfos sobre los muchachos de Guadalupe. No. A Guadalupe hay que perdonarle una goleada. A Donovan y sus "boys" hay que ganarle, Hugo.

Encima algunos tienen el tupé de decirle que no a Usted y al seleccionado. Con Pavel a la cabeza… "pero ¿qué se han creído éstos?", me lo imagino trinando. "¿Cómo se atreven a hacerme esto a mí?" Desconsolado, Hugo.

Entérese, Romperedes: toda la parafernalia de títulos, honores, goles, gloria, divinos viejos tiempos, tornarán en inservibles trastos si usted continúa con la tesitura -histórica por otro lado y combatida por su inflamada verba pre y post mundial- de "que las derrotas no duelen cuando se deja una buena imagen".

Un "campeón moral" hecho y derecho ¿Cómo es que dicen ustedes?: "jugamos como nunca, perdimos como siempre".

No me haga esto, querido Huguito. No se lo haga a usted mismo. Sincérese. Ofrézcase usted un baño de humildad. Ponga manos a la obra. Trabaje, piense, practique, hable, convenza, amíguese, búsquelos, inocule mística. Transmítala. Si no puede solo, pida ayuda. Pero no nos venga con la "cantinela" de que no duele. Es sal en la herida abierta de los "hinchas" mejicanos. Casi una burla, le digo, a la distancia. No lo haga otra vez porque de hacerlo habrá usted rodado escaleras abajo mucho antes de darse cuenta.

Querido Huguito, mi Viejo Lobo de Mar: gane.

Si además pueden sus equipos ofrecer un buen espectáculo, bienvenido sea. Y si no, le garantizo, alcanza con los triunfos para ir creciendo en juego, en belleza, en contundencia. Mire, si al final tiene que aparecer usted en la televisión con un cartel que diga: "volvé, Ricardo, te perdonamos". ¡Una pesadilla! Por eso, querido Huguito: gane. Gane. Gane. Gane.

Le mando un respetuoso y cariñoso abrazo desde el fin del mundo.

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